Es el huracán de los poseídos,
el viento de los huracanados,
Es el aire desierto que brota seco,
desde debajo mismo de sus propias piedras,
que antes fueron pirámides,
que antes fueron obras,
que antes fueron rocas que contenían el mar.
Es el cielo que hay estrena firmamento,
su superficie rugosa por las estrellas,
su azul protestan por el tiempo,
que avenida lluvias y riadas.
Es el ultimo retoque,
de una tierra depravada,
de una tierra prometida,
de una tierra comprada,
de una tierra desproveída.
Es la faz del destino,
lagrimosa y circunstancial,
con sus piercing cremosos,
y sus tatuajes de plástico del duro.
Es la abadía que me atrae,
junto a sus crucificas,
con su silencio misal,
cuando cesan de baratear
con sus cánticos gregorianos.
Es la voz de la duda,
que la temo, que me teme,
abiertos enemigos, en campos centrados,
con nuestros mas y nuestros menos,
con nuestras batallitas llevadas a la espalda,
con nuestros desalojos,
supurando en nuestras heridas.
Autor: Fco. Peiró.
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